De cara a la campaña gruesa y, en un contexto de escasas precipitaciones en primavera con altas probabilidades de ocurrencia de una fase fría o La Niña hacia el verano, resulta fundamental priorizar criterios agronómicos para optimizar el uso del agua y conservarla en las distintas regiones del país.
La incertidumbre sobre la ocurrencia de lluvias pone de manifiesto no solo la necesidad de hacer un seguimiento de los pronósticos a corto plazo y de la humedad en el perfil de suelo, sino también comenzar a planificar el uso del agua tranqueras adentro y afuera.
“El agua en nuestros sistemas productivos y en los ecosistemas de nuestro país, es el elemento natural que más limitaciones presentó en los últimos años”, expresó Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA.
En esa línea, Mercuri afirmó que la variabilidad climática, con continuos extremos entre años, sumado a la intensificación productiva y a la competencia por el uso del agua generó una situación de alto estrés para el recurso, imprescindible para la producción y el bienestar de la población. “Esto se observa en áreas húmedas, semiáridas o áridas de nuestro país”, agregó.
Por esto, “el sector agropecuario, debe priorizar la gestión inteligente del agua, clave para evitar riesgos y restricciones durante las campañas, incrementando aún más su eficiencia de uso, tanto en áreas con sistemas de producción basado en riego, como en los sistemas agropecuarios en secano”, indicó Mercuri y agregó: “Para ello, es necesario promover iniciativas de investigación para conocer mejor su dinámica y disponibilidad espacio temporal tanto actual, como futura”.
La Argentina tiene una superficie de 2.78 millones de kilómetros cuadrados. Es un país extenso en superficie y con distintas regiones fisiográficas. “La dinámica del agua tiene una estrecha relación con el uso del suelo”, afirmó Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA, quien ejemplificó: “El reemplazo de vegetación perenne en la Región Pampeana y la deforestación en el norte generaron falta de consumo de agua y ascenso generalizado de las napas freáticas”.
De acuerdo con Taboada, “eso estuvo vinculado a los episodios de inundación que hemos tenido en los años recientes”, y sumó: “Otra evidencia muy fuerte son los eventos de movimientos superficiales de agua en áreas vulnerables por su pendiente, que generaron fuertes escurrimientos y aludes, principalmente en áreas serranas, desde Salta hasta Córdoba y San Luis”.
Como recomendaciones, Taboada hizo un fuerte hincapié en que como los eventos extremos no son previsibles, la regla general es mantener los suelos cubiertos. “Las coberturas con residuos de cultivos, no solo brindan protección ante episodios muy fuertes de tormenta, sino que también controlan la salida del agua por evaporación, y es una forma de conservarla y mejorar la eficiencia de su uso”. Y agregó: “Esta es una norma que hay que seguir siempre, y mucho más en ambientes semiáridos con menos de 600 milímetros al año”.
De acuerdo con Taboada, otro aspecto que resulta fundamental es “hacer un uso del agua acorde a la capacidad que tienen los suelos”.
Prensa INTA
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